sábado, 4 de julio de 2009

PANORAMA DE LA LITERATURA NACIONAL Por: Felipe Elvir Rojas

La cultura constituye la carta de presentación, vale decir, la identidad de las naciones y de los pueblos. Es como el oxígeno a la vida. Sin ellas estaríamos viviendo en la edad de piedra.
No obstante el valor inconmensurable de la cultura en la forja de la personalidad del hombre, es tenida como un lujo, como algo marginal en el mundo subdesarrollado. Esa situación se refleja en los presupuestos nacionales.
Pese a las dificultades, en países como el nuestro hay un despertar en el espíritu creador. En todas las vertientes del arte bullen las ideas generosas y el afán de superación. Hay, pues, una especie de sacudimiento que nos llena de satisfacción e iluminado orgullo. La pintura, la escultura, la música, la danza, el canto, el teatro y la literatura, han experimentado un vigoroso impulso que nos hace pensar que mejores días le esperan a nuestro país.
El quehacer es variado, como variada su temática. La objetividad y la subjetividad juegan un papel singular en las cuestiones estéticas.
Hacemos las anteriores consideraciones para referirnos a una rama de la cultura: la literatura, con imagen propia, sin desechar las influencias foráneas, siempre que las mismas sean beneficiosas para el país.
Honduras-lo decimos sin modestias de ninguna clase-es rica en ingenio, talento y destrezas. En todas las disciplinas del conocimiento, podemos señalar ejemplos que nos enaltecen.
En el campo literario, que es motivo de esta charla, a lo largo de nuestra historia han emergido elementos que son honra de la nación. Empezamos por mencionar al sacerdote José Trinidad Reyes, el primero que en su época llevó a las tablas obras de teatro. Son famosos sus villancicos y pastorelas que fueron la atracción de la gente que acudía masivamente a sus presentaciones.
En el mismo orden de ideas, citamos a don José Cecilio del Valle, redactor del acta de independencia de la gran patria centroamericana. Sus escritos sobre política y economía siguen siendo objeto de estudio pro mentes lúcidas de las pasadas y actuales generaciones. El talentoso compatriota desempeñó en Centroamérica y en México importantes funciones públicas. Plumas brillantes fueron también las del Álvaro Contreras y Ramón Rosa, representativos de un periodismo honrado, valiente y veraz. Decía el Dr. Rosa, Ministro General en el gobierno del Dr. Marco Aurelio Soto: “Difícil tarea la de hacer periodismo fundamental y constructivo, allí donde las pasiones son el fruto natural del odio y aguzan la intriga de quienes no contribuyen a elevar el nivel de la educación del pueblo. Es de esperarse que, acatada como está la libertad de pensamiento, la prensa tome mayor ensanche, robustezca las sanas ideas y ejerza por doquiera, su influencia civilizadora”.
Eminentes periodistas fueron asimismo: Juan Ramón Molina, el Príncipe de la poesía hondureña, Augusto C. Coello, Froylán Turcios, Alfonso Guillen Zelaya, Vidal Mejía, Julián López Pineda, Salatiel Rosales, Medardo Mejía, Paulino Valladares, Oscar A. Flores, Rafael Heliodoro Valle, ciudadano ilustre que honoró a la patria, dentro y fuera de sus fronteras, igualmente, Rómulo E. Durón, Manuel Sevilla Oliva, Manuel M. Calderón, etc.
El único e imprescindible material de que echan mano las intelectuales es la palabra, surtidor de aguas vivas en boca de los elegidos por la gracia del númen o imprecación de odio en boca de palurdos. Es sustancia y origen, expresión del sentimiento; mar tranquilo o mar embravecido; céfiro que acaricia o huracán que golpea. Es profecía en boca de los sabios, inefable inocencia en el balbuceo de los niños e inclaudicable devoción en la voz de las madres.
Todo principia y termina en la palabra, roce de alas, idioma del amor o aldabonazo en las luchas populares. Lo bueno y lo malo en la palabra caben. Agresivas aristas o perfiles de abscóndita belleza, son su forma y su fondo, cristales de Seres que jamás se empañan, porque sus reflejos tocan la eternidad. En fin, la palabra es canto de alegría y de esperanza y, en la hora solemne del viaje definitivo, es Padrenuestro. Si la palabra un día nos faltase, un silencio de tumba cubriría la tierra. Con ella el justo embrida las pasiones y los bellacos suelen encadenarla, siendo estigmatizados por la historia. La palabra marca la frontera entre el hombre y la bestia. Como arte en todas sus expresiones, seguirá retando a las edades.
(...)

LOS POETAS
Los poetas ponemos alas a las ideas y a los ideales, indoblegables convicciones. Hacer poesía es un juego grato al espíritu. Lo hace producir un desdoblamiento para percibir debilidades, reconocerlas y enmendarlas. “La poesía-dijo Mallarmé-no se hace con ideas, sino con palabras. La prosa informa, la poesía informa y persuade”.
Es arte por excelencia, decimos nosotros, pero además puede y debe tener cierta construcción, como la arquitectura, bulto como la escultura, color como la pintura, ritmo como la música, contar algo como la narrativa. En la poesía se funden las artes del tiempo y del espacio y también una influencia al contrario: hay esculturas que son pura música y cuadros que son poemas, hechos sin palabras.
En Honduras-a lo largo de su historia-hemos tenido y tenemos verdaderos creadores de la poesía. Entre ellos mencionamos a José Trinidad Reyes, Juan Ramón Molina, Luís Andrés Zúñiga, Alfonso Guillén Zelaya, Rafael Heliodoro Valle, José Antonio Domínguez, Froylán Turcios, Jacobo Cárcamo, Daniel Laínez, Rubén Bermúdez, Claudio Barrera, Oscar Acosta Zeledón, Héctor Bermúdez Milla, Guillermo Bustillo Reina, Víctor Cáceres Lara. Eva Thais, René Suazo Lagos, José R. Castro, Jesús Castro Blanco, Oscar Castañeda Batres, Augusto C. Coello, Céleo Dávila, Jaime Fontana, Constantino Suasnava, Guadalupe Gallardo, Nicasio Gallardo, Manuel Zúñiga Idiáquez, Hostilio Lobo Cáliz, Manuel Luna Mejía, Rubén Berríos, Roque Ochoa Hidalgo. Ediberto Cardona Bulnes, Nelson E. Merren, David Moya Posas, Ada María Navas, Litza Quintana, Miguel R. Ortega, Martín Paz, Samuel Villeda Arita, Alejandro Elpidio Acosta, Carlos Manuel Arita Palomo, Ubodoro Arriaga Iraheta, Manuel Salinas Paguada, Victoria Bertrand, Alonso A. Brito, Adán Cardona, Luis Alonso Cardona Molina, Guillermo Codrington, Rómulo E. Durón, Santiago Flores Ochoa, Santos Juárez Fiallos, Julián López Pineda, Mercedes Laínez de Blanco, Medardo Mejía, Marco Tulio Miró, Ángel Augusto Morales, Céleo Murillo Soto, Paca Navas de Miralda, Ramón Padilla Coello, Ana María Alemán Bermúdez, Renán Pérez Ramírez, Pedro Pineda Madrid, Jerónimo J. Reina, Raúl Gilberto Tróchez, Carlos Gilberto Sandoval, Clementina Suárez Turcios, Ángel Valle, Alejandro Valladares, Justiniano Vásquez, Cecilio Zavala Méndez, Ángel Zúñiga Huete, Jorge Federico Zepeda, Alejandro Barahona, Roberto Arita, Livio Ramírez Lozano, Misael Bueso Gómez, Gales Cárdenas, Félix Cesáreo, Gustavo Chávez Molina, Mariana-S. de Rivera, Julia de Lazaron, Leticia de Yong, Fausto Maradiaga, Héctor Alfonso Pineda López, Jorge Federico Travieso, Marco Antonio Ponce, Antonio José Rivas, Jesús Cornelio Rojas, Joaquín Soto, Filadelfo Suazo, José González, Juan R. Valladares, Antonio Vidal, Ángela Ochoa Velásquez, Carlos Izaguirre, Armando Zelaya, Virigilio Zelaya Rubí. Elia Espinal, Carlos Arita Chinchilla, Marco Tulio Baca Armijo, Marco Tulio del Arca, Hogla Carcah, José Castro Posantes, Leónidas Chacón, Rigoberto Paredes, Josefina Coello del Castillo, Rafael Paz Paredes, Regina de Aguilar Paz, Margarita de López, Jorge Luís Oviedo, María Albina Elvir García, David Acosta y Heber Soto.
¡Toda una legión! Y pido disculpas a los que han escapado a mi mente. La poesía, como yo la entiendo, es adivinación y asombro, destello en medio de la penumbra; trance continuo de paisajes interiores, fluir constante en el tiempo; dudas y vacilaciones, estrépitos y silencio; vibraciones y soledad, ausencia y compañía, oculta llama, descubriendo los hontanares del sueño. Termino diciendo: Todos somos poetas si tenemos capacidad para emocionarnos ante los sucesos de la vida y los misterios de la naturaleza. La diferencia está en que sólo unos pocos pueden expresar lo que sienten y trasladarlo al papel y la mayoría, pese a que son sacudidos por hondos sentimientos, se conforman con ser testigos contemplativos del “elan”, potencia imponderable que surge del fondo de la realidad anímica, apoyada por el medio edificante de la palabra, instante mágico que queda impreso y vivo para siempre, con su propia, autónoma e intransferible individualidad.
Para Luís Cardoza y Aragón la poesía es “la única prueba concreta de la existencia del hombre en la Tierra”.
Si mañana-Dios no lo quiera- un cataclismo destruyese la tierra, entre las ruinas se escucharía la voz del último poeta y sería el ruiseñor de la eternidad. GRACIAS.
FELIZP ELVIR ROJAS
Tegucigalpa, M.D.C., 7 de septiembre de 2001
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