sábado, 4 de julio de 2009

Recuerdos. PERSONAJES SIN HISTORIA . Publicado: Sab Sep 02, 2006

Publicado: Sab Sep 02, 2006 2:04 pm

Recuerdos. PERSONAJES SIN HISTORIA Cuando se habla de personajes, limitamos el conocimiento hacia aquellas figuras que han descollado en lo político, en lo social, cultural, deportivo, en lo profesional, en las artes y nos olvidamos de quienes una vez, allá en el pretérito de la ciudad, fueron parte de la vida diaria de la vieja Tegucigalpa. Sus nombres y apodos van a resultar familiares para quienes a finales de los cuarenta y en gran parte de los años cincuenta, compartimos con ellos las aceras, calles y callejones de una ciudad en la que ellos deambulaban con sus características actitudes que las enfermedades mentales que sufrían los identificaban públicamente. "Motión", "El Camaradita", "María Chilío", "Coyote", "Beto Coello", "Juanita Panqueque", "Quincho", "Palomito", "Paulita", "Los Carlines", "Toyano", "Goyito", "Gallo", "Roma", "Pata de Yuca", "Fifo", eran parte de esa época y todos ellos existieron entre nosotros como parte de la vida citadina. Quiénes eran y qué hacían estos olvidados de la historia?, la mayoría salidos de las entrañas de la pobreza, de origen familiar desconocido, arrastrando las taras como herencias del infortunio, aguantando las burlas callejeras y solitarios en la nebulosa mental que los afectaba, pero frente a las adversidades de sus existencias, se mantenían en pie recorriendo los barrios donde sus figuras constituían junto a las viejas casas, ese toque peculiar de la capital de los hondureños. Muy pocos se ocuparon de ellos para comprenderlos y dejar constancia de su paso por la vida de Tegucigalpa, el único testimonio que conocemos fue escrito por el poeta Daniel Laínez que en su Antología Poética publicada en 1950, dedicó en el segmento "Estampas Locales" varias páginas para hablar de ellos y describirlos para que no se convirtieran en los PERSONAJES SIN HISTORIA. Artistas del pincel como Zúniga Figueroa, Max Euceda y Ramón Moncada, plasmaron en sus lienzos las imágenes de aquellos personajes, pero aquellas magistrales obras que decoraban los pasillos del viejo edificio de la Policía Nacional en el Barrio Abajo se convirtieron en cenizas cuando las destruyó el fuego al producirse el voraz incendio que destruyó el inmueble el 12 de julio de 1959 cuando se levantó en armas contra el gobierno del Dr. Villeda Morales el coronel Armando Velásquez Cerrato. Como a muchos de ellos y ellas les conocimos en nuestra infancia y adolescencia, vamos a dedicarles desde "LA TRIBUNA" el recuerdo a sus andanzas e ilustraremos el relato con dibujos tomados del trabajo literario del bardo Daniel Laínez. MARIA CHILIO: Harapienta, descontrolada en su caminar, con sus pies desnudos, esta mujer desheredada de la cordura, recorría las calles desde el Barrio Abajo, pasando por La Ronda hasta El Guanacaste, invadiendo la placidez del ambiente con sus desaforados gritos que hilvanaba con las más soeces palabras que salían de su boca cuando la chiquillada y muchos adultos le llamaban "María Chilío". Su apellido nunca lo conocimos, posiblemente su nombre de pila fue María, y el apodo que la irritaba también desconocemos su origen, lo cierto era que la enfurecía y cuando la molestaban tomaba lo que encontraba a mano, piedras, trozos de madera, latas o lo que fuera y los arrojaba violentamente contra aquellos que la insultaban. La pobre María no sólo fue víctima de la mofa popular, sino que a saber qué desalmado la embarazó y a pesar de su locura tuvo su hijo que cargó en brazos, cuidó y alimentó con penurias, creció junto a ella y el pequeño cada vez que miraba a su progenitora descontrolada lloraba soportando esta situación hasta su muerte cuando el niño que respondía al nombre de Mario, apenas contaba con ocho o nueve años de edad. COYOTE: De pausado andar, casi encorvado, quizá por la costumbre de cargar pesados objetos sobre sus hombros, "Coyote" era entre los mecapaleros de la ciudad el más famoso. Favorecido por la naturaleza de un cuerpo musculoso, alto y con manos fuertes, era capaz de cargar un piano en sus espaldas, acomodando camas y pesados armarios con extrema facilidad, transportándolos sin hacer estación alguna. Detenía su contextura física sobre sus pies hinchados que los hacía descansar en caites de hule. "Coyote" vivía por La Cabaña y cuando recorría las calles en busca de trabajo hablaba a solas con una jerigonza que nadie entendía... no tenía vocación de limosnero y sólo pedía comida en las vecindades cuando no había acumulado los tostones que cobraba por sus servicios y que destinaba para su alimentación. Cómo perdió la razón?... triste misterio, pero "Coyote" fue de esos apacibles orates que más que estorbo era de enorme utilidad a la sociedad. MOTION: Lo tenemos vivo en la memoria porque era un limpiador de chimeneas que cargaba una sucia mochila donde guardaba espátulas, clavos y otros implementos con los cuales se auxiliaba para su trabajo, cargando además en sus hombros una larga vara en cuyo extremo amarraba un bramante. Con pantalones semicortos, que ahora las jóvenes conocen como pescadores, llenos de parches y en vez de faja un lazo, remataba su estrafalaria figura con una floja camisa negra, color que se lo había dado el hollín que se le adhería a su ropa. Calzaba caites de cuero y en su cabeza ceñía un viejo sombrero de fieltro igualmente negro en cuya cinta acomodaba colillas de cigarro que encontraba tiradas en la calle para después fumarlas cuando terminaba sus labores de limpieza. Por aquellos tiempos la mayoría de las casas tenían fogones o estufas de leña por lo que abundaban en los techos las chimeneas que "Motión", limpiaba haciéndose sus lempiritas que destinaba para comer, pero también iban a parar a los estancos porque, loco loco, también era un gran bebedor. ROMA: Sin precisar cuando, los tegucigalpenses fueron sorprendidos con la llegada de una misteriosa mujer que con procedencia de Nicaragua arribó a la capital no se sabe por qué vía y se instaló en un cuarto de una de las viejas casas en la Calle de Los Horcones. Vestía totalmente de blanco, con su rostro pintarrajeado con fuertes tonalidades naranja, casi como si usara el achote para maquillaje. Era blanca, mostrando cuando se reía una dentadura amarillenta con incrustaciones de oro y su cabello rubio rizado le servía para hacer descansar los más extravagantes sombreros. Era de baja estatura y salía a las calles con una enorme cartera que más podemos definir como maletín lleno de papeles. ROMA escribía versos, bueno, si queremos darle ese calificativo a las sandeces rimadas e incoherentes que producía su mente enferma, pero las vendía en sus visitas a las casas que le abrían las puertas y se compadecían de su presencia. Era inofensiva y respetuosa porque ella decía que su origen era noble y de familias intelectuales en su país. Muchas veces cuando uno pasaba por el lugar donde residía se le observaba agachada escribiendo sus poemas para ocasiones como bodas, cumpleaños y hasta oraciones fúnebres. Así como apareció en la capital, así desapareció "Roma" a quien ni los curas de la Catedral podían impedirle que en las procesiones de Semana Santa se vistiera de blanco, se pusiera alas y desfilaba como uno de los ángeles en el Santo Entierro. PEDRITO: Este personaje sentó sus reales en la antigua Comayagüela y le dio cumplimiento a una promesa que se hizo en sus andadas por la Calle Real, la Primera Avenida, la Calle del Cementerio y las empolvadas vías de Sipile y la Soto, no visitar Tegucigalpa. Del puente Mallol no pasaron al otro lado del río los desnudos piel de "Pedrito Quesadilla". Nació y creció en las riberas del río al que cantó Juan Ramón Molina y su andar afeminado le hacía característico del orate que sentía la incomodidad de vivir. "Pedrito" tenía un pronunciado mentón que dibujaba su larga mandíbula que con el sombrero de puntas que usaba daba en conjunto con su ganchuda nariz, la imagen de una bruja de los cuentos de miedo. Sus pantalones ceñidos a dos cuartas de los tobillos, le daban a su delgada figura una imagen que causaba la hilaridad de los comayagüelas. Ello causaba su constante explosionar de incontenibles iras que le hacían pronunciar soeces expresiones, florido lenguaje que también utilizaba para insultar a las mujeres que pasaban cerca de él, especialmente a las estudiantes de la Escuela Normal de Señoritas. Era chilatero y andaba divulgando de casa en casa los matrimonios, los divorcios, los pleitos familiares y todo lo que olía a chisme, por eso en el Parque La Libertad le hacían rueda para escuchar sus cuentos que no trascendían en las páginas serias de La Epoca, El Día y El Cronista. Para el próximo martes les describiremos cómo se construyó el Parque Finlay en 1948 con una relación de las familias que vivían en el Barrio La Ronda y que fueron protagonistas de aquel acontecimiento. Tegucigapa del Recuerdo, Continua aqui: (Tomado de La Tribuna)

Bibliografía: http://www.honduras.com/catracho-forum/db2/recuerdos-de-un-ayer-q-no-se-vapersonajes-sin-historia-p-8640.htm

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